Fifth Sunday in Ordinary Time • Year B
“O Christ, the Healer, we have come to pray for health,
to plead for friends.
How can we fail to be restored
when reached by love that never ends.”
“O Christ, the Healer”, words by Fred Pratt Green, music by Peter M. Kolar
The Gospels during this brief stint of Ordinary Time give us a glimpse into Christ’s “daily” ministry—that of visiting villages, encountering those in need, and healing the sick. This Sunday tells us of Jesus paying a visit to the home of one of his closest, Peter, who was surely keen on pulling in a personal favor “from the boss” to remedy the grave condition of his wife’s mother. Jesus gladly heals her, and then proceeds to tend to the whole town. We get a sense of how exhausting this must have been, as Mark tells of him escaping the frenzy for a much-needed moment of alone time. But not for long since his apostles find him and call him back. Without skipping a beat he gets back to work. How amazing is it that our God of infinite power and command knows each of us personally! Even as his flock numbers as the stars, he is ever at our side to heal our broken hearts, bind up our wounds, and tenderly call us each by name.
–Peter M. Kolar
QuInto Domingo del Tiempo Ordinario • Año B
“Venid, postrémonos en adoración; arrodillémonos ante el Señor que nos hizo, porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo, el pueblo que pastorea, el rebaño que guía.”
“O Christ, the Healer”, letra de Fred Pratt Green, música de Peter M. Kolar
Los Evangelios durante este breve período del Tiempo Ordinario nos dan una idea del ministerio “diario” de Cristo: el de visitar aldeas, encontrar a los necesitados y sanar a los enfermos. Este domingo nos cuenta cómo Jesús visitó la casa de uno de sus más cercanos, Pedro, quien seguramente estaba interesado en obtener un favor personal “del jefe” para remediar la grave condición de la madre de su esposa. Jesús la sana con gusto y luego procede a atender a todo el pueblo. Tenemos una idea de lo agotador que debe haber sido esto, cuando Mark cuenta cómo escapó del frenesí para pasar un momento muy necesario de tiempo a solas. Pero no pasó mucho tiempo desde que sus apóstoles lo encontraron y lo llamaron de regreso. Sin perder el ritmo, vuelve al trabajo. ¡Qué asombroso es que nuestro Dios de poder y mando infinitos nos conozca a cada uno de nosotros personalmente! Aunque su rebaño es tan numeroso como las estrellas, él siempre está a nuestro lado para sanar nuestros corazones rotos, vendar nuestras heridas y llamarnos tiernamente a cada uno por nuestro nombre.