Twenty-Seventh Sunday in Ordinary Time • October 8, 2023
“Good Grower, now you wait for us
to whom the earth is leased,
to share its sweet, abundant fruit,
that all the world might feast.”
–A Grower Cleared the Land of Stones, Delores Dufner, OSB
In this text by Delores Dufner, OSB, we see God personified as a frustrated Gardner when the seeds that were so lovingly sown don’t bear the fruit that they were expected to bear. God wonders what else could have been done and it seems all that can be done is to wait for us to use the gifts we have been given. How often do we feel the same when the gardens of our lives and our relationships don’t flourish in the way that we would like them to? We see so many gardens around us that are withering and dying and our instinct might be to keep working at making them grow. While that can do good, sometimes it’s just best to wait. To trust that there will come a time when things will fall into place and there will be abundant fruit. God sowed the seed, sent Jesus to be the gardener on earth and waters our gardens with the Holy Spirit. God will always be there waiting for us to flourish and share our fruit.
-Victoria Zibell
Vigésimo Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario• 8 de octubre de 2023
“Buen cultivador, ahora espéranos
a quien está arrendada la tierra,
para compartir su dulce y abundante fruto,
para que todo el mundo pueda darse un festín”.
–A Grower Cleared the Land of Stones, Delores Dufner, OSB
En este texto de Delores Dufner, OSB, vemos a Dios personificado como un Gardner frustrado cuando las semillas que fueron sembradas con tanto amor no dan el fruto que se esperaba que dieran. Dios se pregunta qué más se podría haber hecho y parece que todo lo que se puede hacer es esperar a que usemos los dones que nos han dado. ¿Con qué frecuencia sentimos lo mismo cuando los jardines de nuestras vidas y nuestras relaciones no florecen como nos gustaría? Vemos tantos jardines a nuestro alrededor que se están marchitando y muriendo y nuestro instinto podría ser seguir trabajando para hacerlos crecer. Si bien eso puede ser bueno, a veces es mejor esperar. Confiar en que llegará un momento en que las cosas encajarán y habrá frutos abundantes. Dios sembró la semilla, envió a Jesús para que sea el jardinero en la tierra y riegue nuestros jardines con el Espíritu Santo. Dios siempre estará ahí esperando que florezcamos y compartamos nuestro fruto.